El abuso sexual femenino es cualquier acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado, un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, sin su consentimiento. El consentimiento es el acuerdo libre, informado y voluntario de participar en una actividad sexual. El consentimiento puede ser expresado verbalmente o mediante gestos, y puede ser retirado en cualquier momento. El consentimiento no se considera válido si la mujer está bajo los efectos de alcohol o drogas, si está dormida o inconsciente, si está amenazada o coaccionada, o si es menor de edad o tiene alguna discapacidad que le impida comprender la situación.
Para implantar el consentimiento en las relaciones sexuales, es necesario educar a las personas desde una edad temprana sobre el respeto, la igualdad y la autonomía de las mujeres. También es necesario promover una cultura de comunicación y confianza entre las parejas, donde se expresen claramente los deseos y los límites de cada uno. Además, es necesario denunciar y sancionar cualquier acto de abuso sexual femenino, y brindar apoyo y protección a las víctimas.

Tipos de abuso sexual femenino que existen
Violación. Es la penetración forzada de la vagina, el ano o la boca con el pene, otra parte del cuerpo o un objeto.
Intento de violación. Es el intento de penetrar a la mujer sin su consentimiento, aunque no se logre igualmente es abuso sexual femenino
Tocamientos sexuales no deseados. Son las caricias, besos o roces de carácter sexual que se hacen sin el consentimiento de la mujer.
Exposición del órgano sexual del agresor o masturbación delante de la víctima. Son actos que buscan humillar, intimidar o provocar a la mujer mostrando sus genitales o realizando actos sexuales en su presencia sin su consentimiento.
Coerción sexual. Es el uso de presión, chantaje, manipulación o amenazas para obligar a la mujer a realizar una actividad sexual que no desea.
Abuso sexual infantil. Es cualquier tipo de contacto o actividad sexual con una niña o adolescente menor de 18 años, por parte de un adulto o una persona mayor que ella.
La magnitud del problema del abuso sexual femenino es alarmante. Según la OMS, alrededor de una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida. Esto significa que más de 700 millones de mujeres han sido víctimas de este tipo de violencia. La mayor parte de la abuso sexual femenino es perpetrada por sus maridos o parejas íntimas o por parte de sus ex-maridos-parejas. Más de 640 millones de mujeres han sido objeto de abuso sexual femenino. Además, casi una de cada cuatro adolescentes ha experimentado violencia física y/o sexual por parte de su pareja o marido.
La abuso sexual femenino afecta de forma desproporcionada a los países y regiones de ingresos y medios bajos. El 37% de las mujeres que viven en países clasificados como \»menos desarrollados\» han sido objeto de violencia física y/o sexual por parte de su pareja en su vida. El 22% de las mujeres que viven en los \»países menos desarrollados\» han sido objeto de violencia de pareja intima en los últimos 12 meses, un porcentaje sustancialmente superior a la media mundial del 13%.
La abuso sexual Femenino también tiene graves consecuencias para su salud y su vida. Las mujeres que sufren violencia de pareja física y/o sexual tienen más probabilidades de contraer infecciones de transmisión sexual, incluido el VIH, embarazos no deseados, abortos inseguros, depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático, entre otros problemas³. Además, muchas mujeres pierden la vida a manos de sus agresores.
Según ONU Mujeres, alrededor de 81,000 mujeres y niñas fueron asesinadas en el 2020, unas 47,000 de ellas, (es decir, el 58%), a manos de sus parejas o familiares. Estos datos muestran que el abuso sexual femenino es un problema global que requiere una acción urgente y coordinada para prevenirlo y erradicarlo.
Los factores de riesgo que se atribuyen al abuso sexual Femenino son aquellos que aumentan la probabilidad de que sean víctimas de este tipo de violencia. Estos factores se pueden clasificar en cuatro niveles: individual, relacional, comunitario y social.
A nivel individual, algunos factores de riesgo
Atestiguar o experimentar abuso desde la infancia. Las mujeres que han sufrido o presenciado violencia en su familia de origen tienen más posibilidades de repetir el patrón en sus relaciones de pareja o de ser agredidas por alguien que no es su pareja.
Abuso de sustancias. El consumo de alcohol o drogas puede aumentar la vulnerabilidad de las mujeres ante el abuso sexual, ya sea porque afecta su capacidad de consentir o resistir, o porque las expone a situaciones de riesgo. También puede ser un factor que los agresores usen para justificar o facilitar su conducta violenta.
Pertenencia a grupos marginados o excluidos. Las mujeres que pertenecen a grupos étnicos, raciales, religiosos, culturales o sexuales minoritarios pueden enfrentar mayores barreras para acceder a la protección y la justicia, así como mayor discriminación y estigmatización por parte de la sociedad².
A nivel relacional, algunos factores de riesgos
Limitadas oportunidades económicas. La dependencia económica de las mujeres hacia sus parejas o familiares puede dificultar su capacidad para escapar o denunciar el abuso sexual femenino. También puede aumentar el estrés y la frustración de los hombres desempleados o subempleados, lo que puede desencadenar conductas violentas hacia sus parejas.
Diferencias importantes entre la edad de las mujeres y sus parejas. Las mujeres más jóvenes que tienen parejas mayores pueden tener menos poder y control en la relación, lo que puede facilitar el abuso sexual por parte de sus parejas. También pueden ser más vulnerables a la violencia sexual por parte de personas mayores que se aprovechen de su inexperiencia o ingenuidad.
Conflicto y tensión dentro de una relación íntima de pareja o de matrimonio. Los desacuerdos, las discusiones, las infidelidades, los celos o las separaciones pueden generar situaciones de conflicto que desemboquen en violencia sexual por parte de las parejas o ex-parejas. También pueden existir dinámicas de control, manipulación o coerción que limiten la libertad y el consentimiento de las mujeres en la relación sexual.
A nivel comunitario, algunos factores de riesgos
El acceso inseguro de las mujeres al control de derechos de propiedad y de tierras. Las mujeres que no tienen acceso a recursos económicos propios pueden estar más expuestas al abuso sexual por parte de personas que quieran aprovecharse de su situación. También pueden tener menos opciones para escapar o denunciar el abuso sexual por parte de sus parejas o familiares¹.
La presencia de disparidades económicas, educativas y laborales entre hombres y mujeres al interior de una relación íntima. Las mujeres que tienen menos educación, ingresos o empleo que sus parejas pueden tener menos poder y autonomía en la relación, lo que puede facilitar el abuso sexual por parte de sus parejas. También pueden tener menos acceso a información, servicios y apoyo para prevenir o responder al abuso sexual.
A nivel social, algunos factores de riesgos
Normas y prácticas que refuerzan la subordinación femenina y toleran la violencia masculina. Algunas creencias, valores y costumbres sociales pueden legitimar el dominio y la agresión de los hombres hacia las mujeres, así como la sumisión y el silencio de las mujeres ante el abuso sexual. Algunos ejemplos son la dote, los pagos por la novia, el matrimonio precoz, la mutilación genital femenina o el honor familiar.
La falta o la ineficacia de leyes y políticas para prevenir y sancionar el abuso sexual contra las mujeres. La ausencia o la debilidad del marco legal y normativo para proteger los derechos humanos de las mujeres puede generar impunidad e inseguridad para las víctimas de abuso sexual. También puede dificultar el acceso a la justicia, la reparación y la atención integral para las mujeres que sufren este tipo de violencia.
Coerción sexual
La coerción sexual es un tipo de abuso sexual femenino que consiste en usar presión o influencia para que una persona tenga sexo contra su voluntad. La coerción sexual no implica el uso de la fuerza física, sino de otras tácticas no físicas que buscan manipular, engañar, amenazar o forzar a la víctima a participar en una actividad sexual que no desea.
Los tipos de coerción sexual que existen
Coerción verbal. Es el uso de palabras o argumentos para persuadir o convencer a la víctima de tener sexo. Por ejemplo, repetir constantemente la petición, hacer promesas falsas, chantajear emocionalmente, hacer sentir culpable o cuestionar la fidelidad o el amor de la víctima.
Coerción material. Es el uso de bienes o recursos para presionar o sobornar a la víctima de tener sexo. Por ejemplo, ofrecer dinero, regalos, favores, oportunidades o beneficios a cambio de sexo, o amenazar con quitarlos si no se accede al sexo.
Coerción situacional. Es el uso de las circunstancias o el entorno para crear o aprovechar una situación de riesgo o vulnerabilidad para la víctima. Por ejemplo, llevarla a un lugar aislado o desconocido, emborracharla o drogarla, exponerla a material pornográfico, involucrar a una tercera persona o iniciar el contacto sexual sin previo aviso.
Coerción relacional. Es el uso del vínculo afectivo o la posición de poder que se tiene sobre la víctima para obligarla o condicionarla a tener sexo. Por ejemplo, ser su pareja, ex-pareja, familiar, amigo, profesor, jefe, líder religioso o figura de autoridad y aprovecharse de la confianza, el respeto, el miedo o la dependencia que genera esa relación.
La coerción sexual es una forma de violación de los derechos humanos y de la dignidad de las personas. La coerción sexual puede tener graves consecuencias para la salud física, mental y emocional de las víctimas. La coerción sexual puede prevenirse y denunciarse. Si has sufrido o sufres coerción sexual, no estás sola. Busca ayuda profesional y apoyo de personas de confianza.
Abuso sexual Infantil
El abuso sexual infantil es cualquier tipo de contacto o actividad sexual con un niño o una niña menor de 18 años, por parte de un adulto o una persona mayor que él o ella. El abuso sexual infantil viola los derechos humanos y la dignidad de los niños, y puede tener graves consecuencias para su salud física, mental y emocional.
Los límites del abuso sexual infantil son claros: cualquier acto sexual con un menor es abuso, independientemente de si hay o no violencia, amenaza, engaño o consentimiento.
Algunos ejemplos de abuso sexual infantil
Violación. Es la penetración forzada de la vagina, el ano o la boca con el pene, otra parte del cuerpo o un objeto.
Tocamientos sexuales no deseados. Son las caricias, besos o roces de carácter sexual que se hacen sin el consentimiento del niño o la niña.
Exposición del órgano sexual del agresor o masturbación delante del menor. Son actos que buscan humillar, intimidar o provocar al niño o la niña mostrando sus genitales o realizando actos sexuales en su presencia sin su consentimiento.
Coerción sexual. Es el uso de presión, chantaje, manipulación o amenazas para obligar al niño o la niña a realizar una actividad sexual que no desea.
Abuso sexual comercial. Es el uso del niño o la niña en la comercialización o explotación sexual, prostitución infantil o pornografía.
Los padres pueden hacer mucho para prevenir el abuso sexual infantil y para detectarlo y detenerlo si ocurre.
Medidas para prevenir abuso sexual infantil
Enseñar a los niños y las niñas sobre su cuerpo y su sexualidad. Es importante que los niños conozcan los nombres de sus genitales, que sepan que son partes privadas que nadie tiene derecho a tocar sin su permiso, que aprendan a distinguir las caricias buenas y malas, y que reconozcan sus emociones y sentimientos.
Fomentar la autoestima y la confianza de los niños. Es importante que los niños se sientan seguros de sí mismos y de sí mismas, que sepan decir NO cuando algo les desagrade o les haga daño, que conozcan sus derechos y los hagan valer, y que tomen decisiones responsables sobre su cuerpo y su bienestar.
Establecer una comunicación abierta y afectiva con los niños. Es importante que los padres hablen con sus hijos e hijas sobre temas relacionados con la sexualidad, la violencia y el abuso, que les aclaren sus dudas y temores, que les hagan saber que pueden contar con ellos para cualquier problema, y que les enseñen a identificar y buscar personas de confianza en caso de necesitar ayuda.
Estar atentos a las señales de abuso sexual infantil. Es importante que los padres observen el comportamiento y el estado de ánimo de sus hijos e hijas, que estén alertas ante posibles cambios físicos o psicológicos, que escuchen lo que les cuentan o expresan, y que no ignoren ni minimicen sus manifestaciones.
Denunciar el abuso sexual infantil si se sospecha o se confirma. Importante que los padres no se queden callados ni se sientan culpables si descubren o sospechan que sus hijos e hijas han sido víctimas de abuso sexual. Deben buscar ayuda profesional lo antes posible, tanto para proteger a sus hijos e hijas como para recibir apoyo legal, médico y psicológico.
Pornografía Infantil
La pornografía infantil es un término que se usa para referirse a la producción, distribución, posesión o consumo de imágenes o videos que muestran a niños, niñas o adolescentes menores de 18 años en situaciones de carácter sexual. Sin embargo, este término es inadecuado y engañoso, ya que no se trata de una forma de expresión sexual legítima, sino de una grave forma de abuso sexual infantil.
La pornografía infantil es un delito que viola los derechos humanos y la dignidad de los niños, niñas y adolescentes, y que puede tener graves consecuencias para su salud física, mental y emocional. Los niños, niñas y adolescentes que son víctimas de la pornografía infantil sufren una doble victimización: por un lado, el abuso sexual al que son sometidos para obtener las imágenes o videos; y por otro lado, la difusión y el consumo de esas imágenes o videos por parte de otras personas, lo que prolonga y amplifica su sufrimiento.
La pornografía infantil es un problema global que se ha agravado con el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación. Internet facilita el acceso, la producción y la distribución de material de abuso sexual infantil, así como el anonimato y la impunidad de los agresores. Según datos del Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados (NCMEC) de Estados Unidos, en el año 2020 se recibieron más de 21 millones de denuncias relacionadas con material de abuso sexual infantil en internet.
Para prevenir y combatir la pornografía infantil se requiere una acción coordinada y multisectorial que involucre a los Estados, las empresas, las organizaciones sociales y la ciudadanía.
Medidas que se pueden tomar para prevenir la pornografía infantil
Establecer leyes y políticas eficaces para prevenir y sancionar el delito de pornografía infantil. Es importante que los Estados cuenten con un marco jurídico adecuado que tipifique y castigue todas las conductas relacionadas con la pornografía infantil, que proteja los derechos y el interés superior de los niños, niñas y adolescentes víctimas, y que facilite la cooperación internacional para perseguir a los agresores.
Fortalecer los mecanismos de detección, denuncia y bloqueo del material de abuso sexual infantil en internet. Es importante que las empresas que operan en el ámbito de la tecnología cuenten con herramientas y protocolos para identificar, reportar y eliminar el material de abuso sexual infantil que circula en sus plataformas o servicios. También es importante que colaboren con las autoridades competentes para facilitar la investigación y la persecución de los delitos.
Brindar atención integral y reparación a las víctimas de la pornografía infantil. Es importante que los niños, niñas y adolescentes que han sido víctimas de la pornografía infantil reciban asistencia médica, psicológica, legal y social adecuada para su recuperación y su reintegración. También es importante que se respete su privacidad, su confidencialidad y su participación en los procesos judiciales o administrativos.
Promover la educación y la sensibilización sobre el tema. Es importante que los niños, niñas y adolescentes reciban información sobre sus derechos sexuales, sobre los riesgos y las formas de prevención del abuso sexual en internet, sobre cómo identificar y denunciar el material de abuso sexual infantil, y sobre cómo buscar ayuda en caso de necesitarla. También es importante que los padres, los educadores, los profesionales y la sociedad en general conozcan el problema, sus causas y sus consecuencias, y que adopten una actitud responsable y solidaria frente al mismo.
Conclusiones
El abuso sexual femenino es una realidad que afecta a millones de mujeres en el mundo, y que constituye una grave violación de sus derechos humanos y de su dignidad. El abuso sexual femenino tiene múltiples causas y factores de riesgo, que se relacionan con las desigualdades de género, la discriminación, la pobreza y la violencia estructural que sufren las mujeres en la sociedad. El abuso sexual femenino también tiene múltiples consecuencias y efectos, que impactan negativamente en la salud, el bienestar y el desarrollo de las mujeres que lo padecen.
Para prevenir y erradicar el abuso sexual femenino se requiere una acción integral y coordinada que involucre a los Estados, las organizaciones, los medios de comunicación y la ciudadanía. Se deben implementar medidas y estrategias que aborden el problema desde sus raíces, que protejan y apoyen a las víctimas, que sancionen y reeduquen a los agresores, y que promuevan una cultura de respeto, igualdad y no violencia hacia las mujeres.
El abuso sexual femenino es un problema de todos y todas, que nos interpela como sociedad y como seres humanos. No podemos permanecer indiferentes ni cómplices ante esta realidad. Debemos asumir nuestra responsabilidad y nuestro compromiso para construir un mundo donde las mujeres puedan vivir libres de abuso sexual y de cualquier otra forma de violencia.